La mejor selección europea de los últimos tiempos se dio un auto homenaje en una final que sobrevoló con solvencia, desparpajo y el juego más vistoso en su tortuosa y épica ruta hacia el oro. España, tras su resonante victoria en las semifinales ante Francia, se zampó a Lituania de principio a fin. Demoledora, segura en todos y cada una de sus acometidas, pertrechada en su defensa de hierro, España no le dio la más mínima opción a la selección báltica. El carrusel de Sergio Scariolo resultó más eficaz que nunca, pletóricas todas sus piezas, de nuevo abrumador Pau Gasol, que cerró un campeonato sensacional, el MVP indiscutible, exuberante a sus 35 años. Salió a relucir la mejor versión de Rudy Fernández, una centella en cada una de sus acciones. Estuvo listo, corajudo y acertado, aunque desafortunado porque volvió a darse un trompazo con Jankunas en un bloqueo y se quedó fuera del partido mediado el tercer cuarto. Pero la máquina estaba engrasada y a pleno rendimiento. Funcionaban los relevos, las aportaciones de un Claver por fin liberado y cómodo en su papel de alero alto, pletórico y listo en el rebote y para sacar superioridad en sus emparejamientos con Kuzminskas o Jankunas. El partido se convirtió en una cuenta atrás para el tercer título europeo de España. Desde que Pau Gasol marcó la línea en la primera acción con un tapón a Maciulis. Y desde que Llull incidió en el primer pulso ganado para su equipo: las penetraciones después de desbordar a Kalnietis. Las diferencias crecieron con una cadencia constante. Hasta los 16 puntos: 34-18. Los lituanos, desesperados, no encontraban puntos dentro e intentaron resolver desde fuera. Fallaron sus nueve primeros triples. Pero acertaron cuatro consecutivos, uno sobre la bocina de Maciulis, y se retiraron con un pequeño alivio al descanso (41-33). Un espejismo. Volvió Llull a la carga, apretaron Pau Ribas y Claver y la ventaja se disparó hasta los 18 puntos (60-42). Valanciunas, desesperado por la superioridad de Pau Gasol, tuvo que irse por cinco faltas. Maciulis, Seibutis, Kalnietis, todo lo que ponía Lituania en juego se quedaba demasiado corto ante un rival que le sacó tres palmos. De poco le sirvió dominar el rebote, no tuvo ya poder de reacción y después de un triple de Claver que abrió la máxima renta 62-42 a falta todavía del último cuarto, el partido quedó visto para sentencia. El juego de España, mecido por las asistencias y acelerones de Llull y Sergio Rodríguez, actuaba como un rodillo, devoraba a la defensa lituana. Ganó España de calle el tercer oro europeo de su historia, los tres en los últimos seis años, a los que hay que añadir el oro en el Mundial de 2006, todos ellos de la mano de una generación de jugadores excepcional. Se instaló en la excelencia en 2001 y desde entonces suma diez medallas, incluidas las dos platas olímpicas, que valen su peso en oro tras dos esplendorosas finales ante Estados Unidos y su constelación de estrellas. Pau Gasol y los suyos sueñan ya en una tercera final consecutiva contra el equipo de lujo que la NBA llevará a Río de Janeiro. El reto vuelve a estar en pie. Francia ha superado a Serbia en la pelea por la medalla de bronce (81-68) pero la sonrisa de Tony Parker, la estrella del equipo francés, se quedó a medias. Ni el triunfo colma sus expectativas colectivas ni tampoco sus ilusiones personales. Su selección se ha quedado fuera de la final, donde aspiraba a reeditar el título logrado hace dos años en Eslovenia, y eso además la obligará a a disputar el preolímpico el próximo año para ir a los Juegos de Río. Serbia ha diluido su espíritu ambicioso de los primeros días, el equipo de Djordjevic ha aguantado hasta el descanso (37-32) y después se ha quedado sin energía. Con Teodosic desaparecido (3 puntos, 0 de 9 en tiro)